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La humanidad de la internet
(los caminos de la red son infinitos)

omini
por Giancarlo Livraghi
gian@gandalf.it

Traducción de María Copani mcopani@sion.com y Pino Laurenza lauren@uni.net



Capítulo 2
Sencillez, claridad, brevedad
(entender y hacerse entender)


Hay características propias de la comunicación en red que la hacen diferente de las otras formas de intercambio y de diálogo. Hay también modos y normas de comportamiento que en parte reflejan los normales criterios de la convivencia civilizada y en parte son determinados por este contexto específico. Hay posibilidades extraordinarias de gestión de los contenidos ofrecidas por la estructura “hipertextual”. En suma hay diferencias, y sobre todo nuevas posibilidades, ofrecidas por la “comunicación electrónica interactiva”. Hablaré de esto en los próximos capítulos, y en particular en la segunda y la tercera parte de este libro. Pero antes de entrar en los detalles es mejor concentrar la atención sobre lo que ya sabemos a propósito de las relaciones humanas.

Se habla mucho de tecnologías a propósito de la internet – y de todos los sistemas de comunicación e información, viejos y nuevos. Las tecnologías son útiles. Son interesantes, e intelectualmente fascinantes, los increíble progresos de la elaboración electrónica y de los sistemas digitales – y habrá otros desarrollos cuyos futuros caminos no alcanzamos siquiera a imaginar. Pero en la práctica, si deseamos obrar eficazmente en red, éstos son sólo instrumentos o accesorios. La red no está hecha de máquinas, conexiones, softwares o protocolos. Está hecha de personas.

¿Qué encontramos si exploramos la red? O una persona, o la obra de una persona que ha escrito algo y nos lo ofrece. La calidad (es decir el valor, el sentido de los contenidos y de los intercambios) la determinan las personas. Si nos dejamos “manejar” por las tecnologías, nos arriesgamos a perder de vista este hecho fundamental. Si alguno tiene ganas de jugar con los recursos técnicos, naturalmente hace bien en hacerlo. La experimentación con nuevas formas expresivas puede enriquecer la capacidad de expresarse. Pero todo esto no tiene sentido si (como sucede con frecuencia) es puro ejercicio y placer técnico. Lo importante es prestar atención a la sustancia, y la sustancia está hecha de valores humanos

El secreto de una comunicación eficaz es siempre el mismo: ponerse en el lugar de la otra persona. Esto es verdad en toda forma de comunicación humana. Pero se vuelve aun más importante en red porque el excesivo énfasis sobre las tecnologías puede hacernos perder de vista los valores humanos; y porque cuando no vemos a la otra persona, o no sentimos inmediatamente su voz, podemos tener la falsa sensación de que no se trate de un diálogo rico de humanidad, de emoción, de calor y de sentimiento.

Otro factor importante es la sencillez. Escribir (o hablar) en modo confuso, oscuro y complicado es muy fácil. Pero a menudo es un modo de esconder una escasa claridad de pensamiento. Puede ser trabajoso releer y corregir para arribar a la claridad. Pero si no tenemos el deseo o el tiempo de hacerlo debemos preguntarnos si tenemos realmente algo que decir.

Sencillez quiere decir también brevedad. Decía Blas Pascal, escribiendo a un amigo: «perdón por esta larga carta, pero no tuve tiempo de escribirla corta». Con frecuencia un texto puede ser mejorado acortándolo. Pero también la brevedad, alguna vez, puede inducir a error... lo que para nosotros es intuitivamente claro puede necesitar una explicación cuando lo decimos a otras personas. En suma un texto bien escrito contiene “todo lo necesario y nada más que lo necesario”. Esto, obviamente, no significa ser “telegráficos”. Una comunicación eficaz no está privada de sentimientos y de emociones, y para transmitirlos puede ser necesaria una palabra más. No significa siquiera renunciar a la espontaneidad. La frescura de un pensamiento, de una sensación, puede ser mucho más importante que la “perfección” gramatical u ortográfica.

Si escribimos a un amigo, que nos conoce bien, podemos incluso permitirnos arrojar palabras y enviarlas sin releerlas. Pero es sorprendente cómo personas incluso muy cercanas a nosotros pueden entendernos mal si no nos expresamos con claridad. En un coloquio personal, o incluso por teléfono, podemos darnos cuenta de que una persona no nos ha entendido e inmediatamente corregir o explicarnos. Pero en red scripta manent: a veces interminables debates e incomprensiones nacen de pocas palabras mal entendidas.

En suma vale la pena escribir menos, y cuando escribimos releer y corregir. Ese poco de empeño podrá hacernos ganar respeto y simpatía y evitarnos problemas y polémicas insensatas. Es importante también saber escuchar y entender la mentalidad de los otros. Una de las cosas más interesantes de la red es que nos permite encontrar personas diferentes, con culturas, mentalidades y actitudes lejanos de aquellos a los que estamos habituados. Este es un valor extraordinario, pero debemos saber respetarlo y cultivarlo. Una persona puede ser diferente de nosotros porque vive en India o en China; pero puede también estar a dos pasos de nuestra casa y tener un modo diferente de pensar. Entender bien a los otros puede requerir un poco de paciencia y de atención, pero vale la pena. Podemos hacer todo tipo de interesantes descubrimientos humanos y culturales; ampliar la mente y enriquecer nuestra sensibilidad. Esto es cierto en toda relación humana que vaya más allá de los límites del habitual vecindario. Pero en red se vuelve más importante, porque la posibilidad de exploración y de relación son infinitas.






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