El inexplorado poder
de la inteligencia

Giancarlo Livraghi – diciembre 2013

traducción castellana de Rudy Alvarado

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Durante toda mi vida, desde que era un niño, he estado preocupando por el poder de la estupidez – y durante diecisiete años he estado escribiendo sobre ello y aprendiendo que esta tarea no puede tener fin, porque el tema es inagotable. Cada día surgen nuevos ejemplos de estupidez, nuevas formas de entender el problema.

Pero me pregunto por qué solo ahora, después de tanto tiempo, estoy empezando a darme cuenta de que vale la pena intentar comprender la situación desde una perspectiva diferente. Mirarla al revés. Por extraño que pueda parecer, estamos subestimando el poder de la inteligencia.

No sé hacia dónde me conducirá este camino (como decía Antonío Machado, «se hace camino al andar»). Me pregunto si, y cómo, voy a ser capaz de ver las cosas desde un ángulo diferente – desde el inicio de la humanidad hasta los acontecimientos cotidianos.

Creo que esta será otra búsqueda sin fin. Alentadora a veces, pero también preocupante, especialmente cuando nos percatamos de cuanto buen pensamiento (y quehacer) está siendo dolorosamente desaprovechado.

Mientras tanto he aquí algunas observaciones sobre lo que he ido aprendiendo hasta ahora.

Me siento alentado por algunas recientes y agradables experiencias. Y también porque he ído redescubriendo algunas que había olvidado – o, en su momento, no había apreciado tanto como lo merecían.

A pesar de vivir con la continua percepción del horrible poder de la estupidez (incluyendo la mía, por supuesto) es intri+gante y estimulante descubrir cómo la inteligencia puede manifestarse de muchas maneras imprevistas e inesperadas.

No sólo como remotas, aunque esclarecedoras, “luces en la oscuridad”, sino que también en pequeños, pero brillantes episodios en el aparentemente estéril aburrimiento del diario vivir.

Muchos de estos signos no se ocultan – ni son invisibles. Pero no son ruidosos. En raras ocasiones, y brevemente, son el centro de atención.

Más a menudo son casi imperceptibles y están sumergidos en el ruido ensordecedor de la superficialdad repetitiva y aburrida.

La razón principal por lo que no los encontramos es porque no estamos buscando ningún síntoma de aliento.

Estamos acostumbrados a la deprimente percepción de que todo va de mal en peor y de que es inútil buscar cualquier mejora. Esto es un disparate peligroso. No nos dirigimos inevitablemente hacia un juicio final. Las cosas que suceden y nos llevan en esta dirección son culpa nuestra.

No hemos entrenado nuestras mentes para percibir el valor de lo que “no parece importante”. Rara vez somos capaces de entender cómo humildes experiencias en la solución de problemas “pequeños” nos pueden enseñar maneras de encarar los problemas “grandes” con enfoques más realistas y menos complicaciones confusas y desconcertantes.

No estoy tratando de decir que las iniciativas y los estudios “de gran escala” deban ser abandonados.

No estoy tan cegado por mi desconfianza básica del poder, ni por la angustiante ineficiencia, torpeza y lentitud de los gobiernos de todo el mundo y de las autoridades internaconales para afrontar los graves problemas que infectan a todo el planeta, tales como los tardíos, escasos e insuficientes intentos por reducir los efectos devastadores de la desastrosa epidemia a escala planetaria – la psicopatía financiera que desde hace treinta años está contaminando la economía mundial.

Tan desagradable como esto puede ser, tenemos que reconocer que las grandes jerarquias de poder tienen un papel insustituible. Oponerse ciegamente en su camino no es razonable.

Las quejas, la decepción, la indgnación y la cólera se justifican, pero es poco probable que los problemas puedan ser resueltos si todos creen que deben hacerlo otras personas. O por la frustración desesperada que no solo es inútil, sino que a menudo es causa de dstorsión adicional, travesura, violencia y estupidez destructiva.

No creo que razonamientos sobre el subestimado poder de la inteligencia puedan ofrecer soluciones milagrosas. Pero está claramente demostrado por la evolución histórica que los avances fundamentales han sido logrados por el talento intuitivo de brillantes pensadores pragmáticos, cuyos nombres e identidades probablemente nunca llegaremos a descubrir. Y que el verdadero progreso se genera mucho más por la simplificación de la complejidad que por la complicación de las cosas simples.

Por el momento no estoy listo para ofrecer ejemplos. Pocos serían exageradamente especificos. Muchos serían demasiado generales. Cada caso tiene una identidad distinta que no puede ser simplemente reproducida en un contexto diferente, pero ayuda entender que hay muchísimos más de los que podríamos contar.

Aprender acerca de algunos puede ser muy útil. Puede impulsarnos a ver su fascinante diversidad y conducirnos hacia por un camino para descubrir maneras de pensar que son mejores que las más obvias – y a menudo engañosas – apariencias.

A veces la comprensión de un episodio de éxito inesperado nos puede llevar a encontrar de inmediato una idea que nos ayuda a resolver un problema en un entorno diferente. Pero no siempre tendremos esa suerte.

Podemos aprender a hacer un trabajo inteligente más amplio, incluso cuando las oportunidades no son inmediatamente evidentes.

La inextinguible curiosidad por todo construye, con el tiempo, una forma de ser y de pensar. Es un recurso cognitivo que, con la práctica, se convierte en un instinto – el arte útil de descubrir soluciones que, una vez que se encontraron, resultan ser obvias. Pero eran invisibles cuando estábamos condicionados por el hábto, la preconcepción, el prejuicio o el fatalismo.

Esto no es azar o suerte. Es el resultado preciso de la capacidad de comprender la multiplicidad de perspecivas que siempre existe, pero que no puede ser percibida por una mente no entrenada para mirar más allá de la barrera de las apariencias – y así reducir el poder de la estup9idez, mientras se desatan los recursos de inteligencias abiertas, flexibles, valientes y obstinadamente determinadas.



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