Disponibile anche in italiano

Available also in English

Articulo en Internet News – Junio de 1996

Nigromantes y navegantes

 

  Un día, hace más de ochenta años, en un pueblecito, Martina la Santurrona fue furtivamente al párroco. Don Eusebio – dijo – hay que exorcizar al Doctor: o está endemoniado o se dedica a la nigromancia.

Don Eusebio era un sabio. En lugar de preocuparse pidió explicaciones a Martina, que era una conocida charlatana. Había visto al Doctor hablar con la pared, de un objeto misterioso colgado de la pared salía una voz.

Aquella tarde, durante la ritual partida de mus, Don Eusebio habló con el Doctor. Se descubrió que tenía un teléfono.

Los tiempos han cambiado. Hoy día, mucho antes de que un número significativo de italianos haya entendido cómo se usa un módem, todos saben (o creen saber) qué es "Internet". Pero la confusión es notable, incluso entre los expertos. Cada día se habla de alguna maravillosa innovación técnica. Pero nadie, o casi nadie, trata de responder a la pregunta más simple: quién usa la red y qué hace con ella.

Las ideas más difundidas parecen ser las que habrían fascinado y aterrorizado a la vieja Martina. Dos nombres están de moda: Neuromante y Negroponte. El primero, protagonista de las novelas de William Gibson, que no sabe escribir (su prosa supone una lectura fatigosísima) pero es un volcán de ideas, un genio de la ciencia-ficción.

Lástima que muchos confundan fantasía literaria y realidad, y crean que existe de verdad el cyberespacio. El otro, "gurí" de dudosa doctrina, se divierte expresándose de un modo que fascina a los tecnomaníacos y aterroriza a los inexpertos. Si dijese: sería mejor mover informaciones que obligarnos a atascar el tráfico y hacer colas en las ventanillas, entonces todo el mundo entendería. Pero cuando dice: es mejor mover bits que átomos, los no iniciados se asustan.

Imaginan que encender un ordenador quiere decir ser tragados y transportados a tierras desconocidas por una máquina como aquélla de Star Trek o de aquellas viejas películas donde un científico imprudente se convierte en mitad hombre mitad mosca.

Se leen por ahí las noticias más estrambóticas. El otro día en los periódicos había un titular: "El primer matrimonio vía Internet". ¿Que pasa? ¿Nos podemos casar vía e-mail? ¿Por qué

alguien querría hacerlo? Se descubre que se han casado de la forma habitual, pero que han enviado las fotos de la boda a los amigos que, en la lejanía, se han reunido para la fiesta.

Se habla de la red como si el Web fuese "todo" y como si los "navegadores" fuesen todos iguales. ¿En Italia somos 50.000, como pienso yo, o 300.000, como dicen otros? No hay mucha diferencia. Somos pocos. Pero sobre todo somos diferentes.

La bisnieta de Martina se llama Giusy, tiene 16 años y pasa cinco horas al día en una chat. Lo hace en horas tranquilas, mientras su familia está amodorrada delante de la tele y nadie se preocupa de la línea telefónica ocupada. Pero cuando llega la factura tiene algún problema con su madre.

Un amigo mío tiene un Pentium 100 con un gigabyte de disco duro, CD-ROM de séxtupla velocidad, Soundblaster, etc, y un módem a 28.800 bps. Utiliza exclusivamente Excel. Tiene una mail box, pero la lee una vez al mes y no escribe nunca. Sus hijos han jugado un poco pero se han hartado. La chacha filipina quita el polvo cada día a aquélla extraña máquina abandonada.

Una señora que conozco ha comprado un módem para hacer búsquedas sobre el Web. Tras algunas batallas con Yahoo y Altavista, con links no actualizados y con imágenes que se formaban en su monitor con exasperante lentitud, está pasando por una fase de depresión.

Es una mujer inteligente y obstinada, se recuperará... pero hará falta algo de tiempo.

Otro amigo mío, un profesional muy serio, no contesta casi nunca mediante e-mail, tiene la mail box perpetuamente desordenada porque no utiliza un OLR decente, pero hace llamadas telefónicas de media hora de Téramo a Milán (ndt: 600 Km aprox.) y envía fax de 12 páginas. En una habitación privada de una IRC, donde se tenía que discutir seriamente sobre problemas culturales, sacó de sus casillas a todo el mundo saliendo continuamente y volviendo a entrar con un nuevo nickname cada vez, que iban desde Dumbo a Mesalina.

Etcétera...

 

   
 
Por Giancarlo Livraghi
gian@gandalf.it


Versión castellana de Marco Bellonzi  marco13@santandersupernet.com

y David Casacuberta davidc@las.es

 

Home Page Gandalf
home